jueves, 13 de febrero de 2014

¿Rendirme? Jamás.

Como siempre, y como en todo. Y como a todos. Todos alguna vez vamos a tener ganas de perder las ganas y rendirnos de una vez, todos nos cansamos, nos aburrimos. Nos hartamos de jodernos. Nos consumimos, nos quemamos y queremos terminar. Todos alguna vez nos hemos quejado de que no podemos más, de que seguir se ve imposible, y de que las luces se han apagado y la función se ha terminado. Pero que va. Rendirse es de cobardes señores. De auténticos cobardes. Siempre hay que echarle narices a lo que se presente, y seguir. Seguir sin dudar, sin mirar atrás, y comerse los miedos. No dar a nadie el gusto de vernos hundidos. Yo desde luego, me he dejado ver tocada. Hundida jamás. Jamás. Porque antes que nadie y ante todos, lo primero soy yo. Y los míos. Hay veces que hay que darse cuenta de que todo el mundo adora su ombligo, los demas ombligos se la sudan... Aquí todos van a anteponer su mierda a la de los demás y es así. Más de uno deberíamos aprender lo que hay y hacerlo, pero no todos somos iguales al fin y al cabo. A veces me jode, la mayoría me alegro. Decepción tras decepción acabas aprendiendote el juego, acabas sabiendo por quién tienes que apostar y con quien no tienes que perder tu tiempo, que al fin y al cabo es lo que te apuestas, y lo único valioso. Lo único que pasa y no perdona, ni espera, ni se regala. Ya nadie regala su tiempo, la vida va deprisa para pararse a regalarlo, es totalmente cierto, quizás por eso hay que saber con quién emplearlo. He caído mucho ultimamente, pero que no se diga que no he vuelto a levantar, porque yo cada vez que me levanto, apoyo firme, más firme que la última vez. Nunca va a ser la última vez. Siempre volveremos a caer, la vida es así, pero una vez que se es consciente, el truco es jamás rendirse. Simple, ¿No?

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